Mi Buenos Aires Querido
Junto a Osvaldo y Coca |
Durante
doce rotundos años, que curiosamente se hicieron tremendamente cortos,
llevábamos escuchando la cantinela de “tenéis que ir a Buenos Aires”…o en
muchos casos “tenés que ir a Buenos Aires”, en función claro está de la
nacionalidad del interlocutor.
¿Qué
podía frenar ese otrora sueño? Pues es difícil determinarlo, pero quizá una de
las razones pudiera ser el miedo, el miedo a saber que Buenos Aires siempre iba
a ser más hermoso en nuestra imaginación que en la realidad, un lugar donde aún
los Compadritos camparan a sus anchas, donde el Tango fuera una verdadera seña
de identidad, y donde un abrazo a ritmo de 2x4 jamás fuera visto como algo
extraño o exótico.
Algo
parecido a cuando te recomiendan decenas de veces que veas una película y
cuando la ves lo primero que piensas es…”pues no es para tanto”.
Las
oportunidades nos gusta atraparlas como vienen, y es por esto por lo que no
tuvimos que pensarnos demasiado la propuesta de Nacho y de Celia cuando alegre
y perversamente preguntaron: “¿Nos vamos a Buenos Aires estas Navidades?”. Casi
nada…
Ya
comenté alguna vez que la parte más negativa de los sueños es justamente que se
cumplan, ya que toca inventar nuevos sueños… pero en fin, igualmente tampoco
hay que dejar que fermenten excesivamente, y pareciera que tenemos una gran
capacidad para fabricar nuevos sueños…
Así que
sin apenas darnos cuenta ahí nos vimos envueltos, en la preparación de lo que
sabíamos que iba a ser el viaje de nuestras vidas… ¿Qué haríamos allí?
La idea
no era compleja, parecida a la idea que tenemos en casi todos los viajes; pasear y empaparnos
del ambiente, con la salvedad de que esta vez tocaba también milonguear y
trasnochar.
La
preparación del viaje fue toda una odisea, ya que aún siendo fechas
conflictivas teníamos un millón de dudas sobre qué hacer, qué descartar, …supongo
que si vas en una fecha “más normal” debe ser de locos, ya que algunos planes
se nos “montaban” a pesar de ser una
fecha en la que casi todo el mundo disfruta de sus vacaciones.
Finalmente
decidimos ir con miles de planes “abiertos” y algunos más “cerrados”, pero
sobre todo con las expectativas en lo referente al Tango en un grado absolutamente
superlativo. No quería ni pensar en Cristina recorriendo Buenos Aires, una
persona que disfruta de cualquier plan y de un modo mayúsculo.
Muchas
cosas se nos fueron pasando por la mente al llegar, una vorágine de sensaciones
por el simple hecho de aterrizar en la que sentíamos como una ciudad cercana,
conocida, ya visitada, y a la que sin embargo llegábamos por vez primera.
La
llegada fue como casi todas las llegadas, muy cansada, pero con la diferencia
de que los cuatro (casi) sabíamos que la adrenalina de vivir un primer día a
tope nos haría olvidar casi por completo la cantidad de horas que nos habíamos
metido en el cuerpo entre coche, avión, coche y más avión…y así fue, ya que a
excepción de lo que es concretamente la llegada el resto fue una curiosidad
enorme por empezar a conocer esa ciudad de la que tanto nos habían hablado y a
la que tanto habíamos llegado a conocer sin conocerla.
La
primera noche, para colmo, fue absolutamente redonda, una llegada triunfal, un
torbellino de experiencias que aún ahora me sigo emocionando con tan sólo
recordarlas.
Esa
primera noche, tras hacer algo de tiempo, fuimos a Huracán, y allí vimos cantar
a Alberto Podestá, conocimos a Osvaldo y Coca, conversamos largo y tendido con
Armando y Susana, estuvimos con todos los participantes del Festival de Huracán
(entre ellos a Gustavo Naveira), en fin, el sueño y el cansancio quedaron en un
segundo plano para disfrutar de una de esas noches que por mucho que te lo
cuenten no puedes siquiera imaginar.
¿Cómo
le explicas a alguien la sensación de escuchar en vivo el Bazar de los Juguetes
interpretado por Alberto Podestá? Es difícil, muy difícil. Mención especial para este cantorazo, ya que no se puede definir de otra manera. Llegó al escenario con un caminar ya cansado, con un caminar perezoso por los años disfrutados, pero cuando se puso ante el micro se encendió, se prendió algo en su interior, y justo al terminar se apagó de nuevo como si su vida hubiera quedado relegada al calor del público que a lo largo de los años tanto lo ovacionó.
La emoción de conocer a un "capo" |
Allí
nos bailamos nuestros primeros “tanguitos” en Buenos Aires, allí conocimos
nuestra primera milonga, allí dejamos nuestras primeras lágrimas y nuestras
primeras sonrisas, en la cancha de Huracán…un lugar que por siempre nos
acompañará en el recuerdo.
Al
volver a casa suponíamos que no todas las noches iban a ser así, pero a su vez
nos fascinaba la idea de lo que es poder vivir el Tango tan intensamente, con
gente que lo siente tanto como tú o infinitamente más.
En fin,
este fue nuestro primer acercamiento a lo vivido por Buenos Aires…