lunes, 28 de enero de 2013

Mi Buenos Aires Querido



Mi Buenos Aires Querido



Junto a Osvaldo y Coca


Durante doce rotundos años, que curiosamente se hicieron tremendamente cortos, llevábamos escuchando la cantinela de “tenéis que ir a Buenos Aires”…o en muchos casos “tenés que ir a Buenos Aires”, en función claro está de la nacionalidad del interlocutor.

¿Qué podía frenar ese otrora sueño? Pues es difícil determinarlo, pero quizá una de las razones pudiera ser el miedo, el miedo a saber que Buenos Aires siempre iba a ser más hermoso en nuestra imaginación que en la realidad, un lugar donde aún los Compadritos camparan a sus anchas, donde el Tango fuera una verdadera seña de identidad, y donde un abrazo a ritmo de 2x4 jamás fuera visto como algo extraño o exótico.

Algo parecido a cuando te recomiendan decenas de veces que veas una película y cuando la ves lo primero que piensas es…”pues no es para tanto”.

Las oportunidades nos gusta atraparlas como vienen, y es por esto por lo que no tuvimos que pensarnos demasiado la propuesta de Nacho y de Celia cuando alegre y perversamente preguntaron: “¿Nos vamos a Buenos Aires estas Navidades?”. Casi nada…

Ya comenté alguna vez que la parte más negativa de los sueños es justamente que se cumplan, ya que toca inventar nuevos sueños… pero en fin, igualmente tampoco hay que dejar que fermenten excesivamente, y pareciera que tenemos una gran capacidad para fabricar nuevos sueños…

Así que sin apenas darnos cuenta ahí nos vimos envueltos, en la preparación de lo que sabíamos que iba a ser el viaje de nuestras vidas… ¿Qué haríamos allí?

La idea no era compleja, parecida a la idea que tenemos  en casi todos los viajes; pasear y empaparnos del ambiente, con la salvedad de que esta vez tocaba también milonguear y trasnochar.

La preparación del viaje fue toda una odisea, ya que aún siendo fechas conflictivas teníamos un millón de dudas sobre qué hacer, qué descartar, …supongo que si vas en una fecha “más normal” debe ser de locos, ya que algunos planes se nos “montaban”  a pesar de ser una fecha en la que casi todo el mundo disfruta de sus vacaciones.

Finalmente decidimos ir con miles de planes “abiertos” y algunos más “cerrados”, pero sobre todo con las expectativas en lo referente al Tango en un grado absolutamente superlativo. No quería ni pensar en Cristina recorriendo Buenos Aires, una persona que disfruta de cualquier plan y de un modo mayúsculo.
Muchas cosas se nos fueron pasando por la mente al llegar, una vorágine de sensaciones por el simple hecho de aterrizar en la que sentíamos como una ciudad cercana, conocida, ya visitada, y a la que sin embargo llegábamos por vez primera.

La llegada fue como casi todas las llegadas, muy cansada, pero con la diferencia de que los cuatro (casi) sabíamos que la adrenalina de vivir un primer día a tope nos haría olvidar casi por completo la cantidad de horas que nos habíamos metido en el cuerpo entre coche, avión, coche y más avión…y así fue, ya que a excepción de lo que es concretamente la llegada el resto fue una curiosidad enorme por empezar a conocer esa ciudad de la que tanto nos habían hablado y a la que tanto habíamos llegado a conocer sin conocerla.
La primera noche, para colmo, fue absolutamente redonda, una llegada triunfal, un torbellino de experiencias que aún ahora me sigo emocionando con tan sólo recordarlas.

Esa primera noche, tras hacer algo de tiempo, fuimos a Huracán, y allí vimos cantar a Alberto Podestá, conocimos a Osvaldo y Coca, conversamos largo y tendido con Armando y Susana, estuvimos con todos los participantes del Festival de Huracán (entre ellos a Gustavo Naveira), en fin, el sueño y el cansancio quedaron en un segundo plano para disfrutar de una de esas noches que por mucho que te lo cuenten no puedes siquiera imaginar.

¿Cómo le explicas a alguien la sensación de escuchar en vivo el Bazar de los Juguetes interpretado por Alberto Podestá? Es difícil, muy difícil. Mención especial para este cantorazo, ya que no se puede definir de otra manera. Llegó al escenario con un caminar ya cansado, con un caminar perezoso por los años disfrutados, pero cuando se puso ante el micro se encendió, se prendió algo en su interior, y justo al terminar se apagó de nuevo como si su vida hubiera quedado relegada al calor del público que a lo largo de los años tanto lo ovacionó.

La emoción de conocer a un "capo"


Allí nos bailamos nuestros primeros “tanguitos” en Buenos Aires, allí conocimos nuestra primera milonga, allí dejamos nuestras primeras lágrimas y nuestras primeras sonrisas, en la cancha de Huracán…un lugar que por siempre nos acompañará en el recuerdo.

Al volver a casa suponíamos que no todas las noches iban a ser así, pero a su vez nos fascinaba la idea de lo que es poder vivir el Tango tan intensamente, con gente que lo siente tanto como tú o infinitamente más.

En fin, este fue nuestro primer acercamiento a lo vivido por Buenos Aires…




 
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